Hoy como ayer, mañana como hoy,
¡y siempre igual!
un cielo gris, un horizonte eterno,
¡y andar... andar!
Moviéndose a compás, como una estúpida
máquina, el corazón;
la torpe inteligencia del cerebro
dormida en un rincón.
El alma, que ambiciona un paraíso,
buscándolo sin fe;
fatiga sin objeto, ola que rueda
ignorando por qué.
Voz que incesante con el mismo tono
canta el mismo cantar,
gota de agua monótona que cae,
y cae sin cesar.
Asi van deslizándose los días
unos de otros en pos,
hoy lo mismo que ayer, problablemente
mañana como hoy.
¡Ay! a veces me acuerdo suspirando
del antiguo sufrir...
Amargo es el dolor, pero siquiera
¡padecer es vivir!
-Gustavo Adolfo Bécquer-
Odio los domingos... ¿Lo he comentado? Los domingos son pobres, los domingos te arrastran a la sinrazón. los domingos están para marcarte la semana que pasó, son el tic tac del reloj escondido en el último cajón de la cajonera, debajo de mil prendas que ya no usas. Los domingos no atienden a nada, son dias que pasean con guadañas segando todo aquello que sube a más de un metro... Odio los domingos. Todo es silencio, todo es aparentemente puto silencio y calma... solo se oye la hoja rasgando y rasgando... cabezas que se alzan.
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